Se hace necesario parar un momento, pensar, reflexionar y mirar al propio interior para conocerse bien, ser sincero con uno mismo y asumir sus propias limitaciones.
Vivimos en una sociedad cortoplacista, es decir, lo queremos todo ya, a corto plazo. La recompensa de las cosas no puede esperar; queremos disfrutar de la vida intensamente, diariamente, pero a menudo no estamos dispuestos a sacrificarnos por nada, a resignarnos, a invertir nuestro esfuerzo para conseguir los frutos en un futuro, a veces lejano. Somos egoístas, escasamente solidarios, intransigentes, no soportamos la frustración, ni el dolor físico ni espiritual, vivimos en una sociedad estresadora, consumista, exenta de los grandes valores que sustentan al hombre y, muchas veces, esto es lo que conduce a la infelicidad de las personas.
Ser feliz es un requerimiento casi obligatorio hoy en día y la vida se vive con un ansia de bienestar permanente. Medimos nuestra felicidad en comparación con la de los demás y consideramos que no debe irnos tan mal cuando vemos las desgracias de los demás.
LO QUE ESTÁ ESCRITO EN NEGRITA ES LO QUE EN ESTE MOMENTO ME IDENTIFICA PROFUNDAMENTE.
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